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En el nombre del Padre

Se trata de las empresas de restauración social que se encargan de prestar sus servicios más allá de los meramente de alimentación, a colectividades públicas y privadas, donde mediante concurso se logran las oportunas concesiones.

Así lo han puesto de manifiesto los directivos de las empresas que componen la Junta de FEADRS, cuyas empresas asociadas(un centenar que emplean a 95.000 trabajadores) dan de comer a nada menos que tres millones de comensales cada día.

He tenido ocasión de conocer, en profundidad a este tipo de empresas y sé que están realizando importantes esfuerzos por cumplir con una misión que les supera, además de comprometerse con las autoridades sanitarias (NAOS) o trabajar en la UE a través de FERCO en mejorar sus códigos de buenas prácticas, tanto en materia de higiene, como de diálogo social, o como recientemente han hecho, elaborar una Guía de la oferta más ventajosa en restauración colectiva.

Lucha
Y digo que les supera porque hace más de 20 años que vienen luchando sólos en pos de mejorar la educación alimentaria y los hábitos de consumo de nuestros ciudadanos. Y digo sólos porque ni los cabeza de familia, ni los responsables de las colectividades para los que han trabajado han entendido, hasta hace muy poco, la importancia de considerar sus tareas profesionales.
¿Quién si no ha contribuido a sufragar los monitores de comedor, las reformas de cocinas y comedores, la contratación de dietistas y expertos en calidad, la elaboración de menús especiales para alérgicos, la racionalización de las compras…

Nos informa FEADRS que, los cambios en los precios ,supone a sus asociados trabajar con alimentos que han crecido en sus costos hasta por encima del 17%,lo cual supone que muy pocos contratos van a poder, caso de que así estuviera estipulado, ser revisados con garantía de que no se convierta, el servicio al cliente, en un centro de coste en vez de beneficio.
¿Cómo paliar esta situación? ¿Entenderán las empresas proveedoras que deberían establecer una serie de alianzas estratégicas hasta que amainen las tensiones alcistas? ¿Podrán los gestores de las colectividades entender que si no ponen algo de su parte, se dará un paso atrás por la lucha de la calidad y seguridad alimentaria en los comedores colectivos; por ejemplo, podrían olvidarse, de una vez , de adjudicar los contratos al licitador más barato sin tener en cuenta que más allá del precio hay unos servicios que crean valor?.

He elegido como título de este texto, el de la película de Jim Sheridan sobre los cuatro de Guilford, falsos culpables en una historia real. ¿Quiénes son aquí los reales perdedores de esta situación? ¿Las empresas de restauración social? ¿Las colectividades? ¿Sus usuarios?: Posiblemente; pero aún hay otro más: las propias empresas que incrementan los precios.

Largo camino
Permítanme argumentarlo. Cuando hace 15 años visitaba las cocinas de las colectividades-clientes de las empresas de restauración, me las veía y deseaba para que en sus almacenes pudiera identificar un producto de marca. Con los precios con los que cerraban los contratos, era imposible que pudieran comprarlos. De ahí que no contaran precisamente con gran imagen, ni unos ni otros.

Sin embargo, al cabo de 15 años, sí veo productos con la misma marca de los que consumimos en el hogar.Y eso se ha producido porque las empresas de restauración social han hecho un esfuerzo titánico por ponerse al nivel que sus comensales esperaban de ellos, mediante rigurosos sistemas de calidad, mejor gestión de compras y sobre todo incrementos de productividad que ya quisieran para sí las empresas de restauración comercial.
¿Qué harán ahora estas empresas que tanto habían hecho por sus clientes finales?:Además de dar de comer bien, se habían comprometido a educar a nuestros menores-incluso si poseían alguna limitación dietética- y dar unos momentos de felicidad a nuestros mayores; a sacar de las camas a los pacientes de los hospitales antes de que los gerentes de los mismos lo decidieran ,sustituir prácticas culinarias dañinas por otras saludables.

Ante un precio social-hasta un 60% menor que el de los restaurantes comerciales, y la pasividad de las AAPP, los gestores de las colectividades y nuestras APAS sólo quedan dos cosas:
Recomendar a nuestras autoridades la rápida implantación, de la modalidad de concesión de los servicios de alimentación ,mediante la oferta económicamente más ventajosa .

Llamar la atención a los proveedores marquistas ,sobre el riesgo que supone un paso atrás en cuestiones de no calidad en sus clientes .

Recordemos , por un momento, que las empresas de restauración social cumplen funciones que los que somos padres o hijos deberíamos asumir con más rigor: la educación alimentaria de nuestros menores o la generación de alguna dosis de felicidad o bienestar a nuestros mayores.

Se merecen ser escuchadas , apoyadas y equiparadas a las empresas de restauración comercial, tal como sucede en la mayoría de las sociedades post-industriales.
¿Puedes dibujar a nuestro cocinero como dando clases con un libro y un lápiz delante de unas mesas de comedor? l

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