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Bodas, bodas, bodas… gastos, gastos, gastos…

Dicen los entendidos que hay dos épocas en la vida de los seres humanos en que más dinero se gasta: cuando se van a casar y cuando nace el primer hijo.Y es que casarse se ha convertido en un lujo inaccesible para muchos -¿cuántas son las parejas que aplazan su enlace para “ahorrar” lo necesario?-, y molesto, económicamente, para otros. Los desorbitados precios de todos los detalles necesarios -o no- para dar el sí quiero se hacen una montaña cuesta arriba cuando se inician los trámites para organizar ese día “tan especial”.

Seleccionada la fecha de la ceremonia, empiezan los quebraderos de cabeza. Primero, la elección del lugar: si es religiosa, la búsqueda de una iglesia o ermita puede convertirse en misión imposible y algunos recintos religiosos incluso “vacían” los bolsillos de los contrayentes con la petición de “su donativo”; si es civil, algunos salones oficiales ya cuentan con más de un año de lista de espera y la solución pasa por celebrar una “falsa boda” en algún maravilloso recinto pensado y habilitado para estos eventos. Los hay de todas las clases, eso sí, siempre previo alquiler del establecimiento: edificios simbólicos, bodegas, jardines, castillos, palacetes… Hecha la elección, el siguiente paso es la elección del restaurante o del catering.

Cuando nos decantamos por la primera opción, todo suele ir más rodado y los gastos son menores, ya que te ahorras el coste del traslado del material y del personal, y el montaje. Si por el contrario, el capricho es casarse en un lugar exclusivo, los servicios de catering son imprescindibles e “impresionantemente costosos”.

Todo suma, desde el alquiler de la alfombra a las sillas, el mantelito de la mesa para la ceremonia, las velas y candelabros, las flores, los lazos de las sillas, el servicio de mesa, los calefactores o carpas adicionales, la música –estos espacios nunca disponen de un aparato de música para al menos amenizar la ceremonia, así que tienes que alquilar los servicios de megafonía y música-, etcétera. En ese momento en que asumes todos esos gastos adicionales, en los que nunca hubieras pensado antes que eran necesarios para casarte, llega el momento de las dudas: ¿Me fallarán los camareros? ¿Estará suficientemente caliente la carne? ¿Servirán bastantes canapés? ¿Les gustará a mis invitados la elección del menú? ¿Será escasa la comida? ¿Faltará bebida? ¿Quién me garantiza todo y cómo me puedo fiar de lo que prometen?… Ante las dudas, evidentemente, la solución pasa por elegir lo mejor y a grandes cantidades, sin embargo, ahí radica el problema ¿Saben a qué precio están hoy los menús de boda?

Precios
El precio medio de un menú en un catering ronda los cien euros, eso sin excederse ni en la elección de platos sibaritas ni de vinos excelentes. Una cifra que puede incluso engordar hasta los 150 euros incluyendo la barra libre durante el baile. A esto, y recuerdo lo dicho, hay que sumar el coste de la decoración, la música, el alquiler del local, los obsequios y recuerdos de la boda, el alquiler de vehículos (limusinas, coches especiales o autobuses para los invitados), las invitaciones y las minutas, el juez actor (en caso que sea una “falsa boda”), etcétera, etcétera. En total, el coste medio por invitado en una boda de unas cien personas sale a más de doscientos euros.

En todos estos detalles han pensado muchas de las empresas que hoy día se encargan de la organización integral de bodas. Son profesionales que, previo pago, claro está, facilitan y centralizan la elección y contratación de todos los servicios, desde las invitaciones al menú de boda. Incluso muchas empresas de catering ayudan a los futuros contrayentes centralizando las contrataciones. Todos ellos se presentan ante los novios con una frase: “Diseñamos la boda de tus sueños y la hacemos a tu medida”. Eso incluye ceñirse a unos presupuestos, claro, pero a costa de renunciar a muchos, muchos detalles. Al final, una se tiene que conformar con montaditos de jamón en vez de un cortador in situ, y con queso semiseco con picos de pan en vez de un buffet de quesos y raclettes. Porque montar una boda no es sencillo, ni barato, aunque te cases entre semana y en invierno, teóricamente, temporada baja…l

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