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Guiados por la inspiración

Las musas parecen no haberles abandonado desde entonces, llevándoles a un avance sin prisa pero sin pausa en el competitivo mercado madrileño. Hoy La Musa lo integran tres restaurantes, una cafetería y un espacio de eventos cerca de Atocha, dando empleo a unas 75 personas.

La Musa de Malasaña en su momento era un concepto diferente y original, asegura Eduardo Basanta, uno de aquellos jóvenes y socio del grupo en la actualidad junto a del Álamo: “Un pequeño restaurante que vendía tapas más allá de lo que se veía por aquel entonces. Fue un éxito y de hecho luego la fórmula se ha copiado mucho y ahora está muy en auge”. Posteriormente reprodujeron la receta en los que serían el segundo y tercer restaurante del grupo: La Musa Latina y Ojalá. Hace unos dos años, el grupo adquirió HD Cafetería un local de los años cincuenta que se encargaron de restaurar convenientemente y “está funcionando muy bien”, afirma Basanta. “La hemos revivido. Era muy bonita. Tenemos una carta joven de cafetería con platos combinados, que podrían ser de restaurante”. Posteriormente, adquirieron un local de mil metros cuadrados de superficie, llamado Espacio Atocha, que de momento, se usa como lugar de eventos. Del catering se encarga del Álamo, que además de ser socio de La Musa, cuenta con otros negocios hosteleros en Toledo.
“Tenemos licencia para hacer un mercado y un restaurante en ese espacio, pero ahora no nos lo podemos permitir. Esperaremos a que repunte la economía. No quiero que vengan unos socios con dinero y quedar nosotros como socios minoritarios”, reflexiona Basanta en voz alta. Y es que tener el control de su negocio siempre ha sido la máxima que ha guiado los pasos del grupo. No en vano, todos los locales de esta pequeña cadena son propios. Los socios no han contemplado ni contemplan la franquicia como opción, pero sí algo que puede sonar parecido, aunque no es igual: el trabajo con socios que gestionan cada local. “Nosotros aportamos dinero y nuestro saber hacer y ellos, otra parte del dinero y su trabajo”, manifiesta Basanta, quien añade que “el modelo franquicia está bien, pero acaba siendo un poco impersonal”. Normalmente dichos socios son gente de “eficacia probada”, depositarios de la confianza de los responsables del grupo por haber formado parte de su plantilla durante años.

Expansión por “buenas vibraciones”
Aunque el hecho es que La Musa ha ido añadiendo locales y engrosando su volumen con el paso del tiempo, “no existe un plan específico de expansión”. Y aquí es donde comprobamos que el nombre del Grupo viene al pelo porque Basanta, reconoce, “me muevo por inspiración. Si el proyecto me inspira, me apetece y me parece bien, me meto, sino no”. Pese a que admite que económicamente a lo mejor no ha sido lo más conveniente y que el futuro habría sido distinto de aceptar algunas jugosas ofertas, sin embargo, sí le resulta más interesante esta forma de actuar: “He tenido propuestas para franquiciar y para convertirlo en cadena, pero yo hago esto porque me gusta”, concluye. Después de todo, no se pueden quejar ni se quejan, ya que el grupo ha tenido doce años consecutivos de crecimiento continuado en las ventas. Los dos últimos años, por el entorno económico, se ha ingresado en los restaurantes un 10% menos. No obstante, “esta primera parte del año, no está siendo tan mala”, dice su portavoz.

Y aunque las ventas han bajado, el rendimiento es mejor porque como tantos otros empresarios hosteleros, los de La Musa han aprovechado está época de vacas flacas para reflexionar, realizar ajustes y cambios que en épocas de gran actividad son más complicados de acometer. Por ejemplo, las compras no estaban centralizadas y pensaron que comprar mejor era una buena forma de atacar la crisis. Hace dos años se creó la figura del jefe de compras. El nuevo departamento ha traído ventajas, “pero no de la forma que pensábamos”, explica Basanta. “Creíamos que maximizando las compras saldría más barato el mismo plato, pero al final para lo que nos ha venido bien es para conocer empresas nuevas y para que las que ya trabajaban con nosotros nos apoyen más o nos promocionen. Por ejemplo, nos pagan el vestuario o la página web”.

Los tiempos económicos poco propicios asimismo favorecen que la plantilla sea más estable que en épocas de bonanza y que se valore más el esfuerzo que la empresa hace en formación. “El principal problema es la falta de formación del personal de hostelería”, asegura Basanta, quien matiza, que resulta más sangrante en el caso del personal de sala que en el de cocina.

Consecuencia igualmente de la crisis son las buenas ofertas de traspaso que rondan el mercado, “pero es peligroso mirar hacia fuera y no hacia dentro”, dice el socio haciendo gala de su prudencia, si bien no descarta iniciar un nuevo proyecto si las musas así lo aconsejaran.

El espíritu de los locales del grupo es joven y desenfadado, tiene un ticket medio de unos veinte euros. “Los platos se hacen en los propios locales. Sí, nos hemos planteado la quinta gama, pero nunca he visto un producto que me convenciese lo suficiente. Hacemos una cocina muy tradicional, pero de servicio rápido. Lo tenemos preparado previamente”. Tan sólo uno de los espacios con un ticket medio algo más elevado. Se trata del Junk Club, inaugurado hace dos años en la planta baja de La Musa Latina, que es una especie de restaurante aparte al que sólo se puede acceder con reserva. De hecho, la estética es muy similar a la del los “clubes clandestinos” tipo “Speak easy”: luces tenues, contraseña para entrar… “Nos inspiramos en la comida basura (junk food) para hacer cosas muy divertidas”, comenta Basanta. Mientras tanto, las musas siguen trabajando…

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