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La edad del hielo llega a Madrid

Luís Martínez, principal artífice de la idea, junto con otros socios, ya conocía los atractivos del hielo, puesto que gran parte de su vida ha girado en torno a las expediciones a lugares ‘blancos’. Por otro lado, en Madrid, también poseía su propio negocio dentro del segmento de la hostelería, concretamente una pastelería, por lo que dicho mundo tampoco le era desconocido. Comenzó a pensar en ello hace tres años. Hoy es una realidad.
“Quería fundir todas estas cosas que había estado viendo; traer algo a Madrid novedoso, que no existiera. Algo que fuera un aliciente para mí y para cualquier persona que venga. Una ilusión. Realmente al final los negocios son como los niños: si tu creas una ilusión siempre la llevas adelante, por muy duro que sea el trabajo, de forma más fácil”, explica Martínez.

Cuatrocientos metros cuadrados
La idea tomó forma física en un local que tiene, en total, cuatrocientos metros cuadrados, divididos en tres zonas: un hall y la entrada, destinado a albergar la celebración de eventos y presentaciones, donde se cuenta con una capacidad para aproximadamente 150 personas; la zona del bar de hielo, en torno a los 70 metros; y la parte destinada a almacenes, servicios, zona de máquinas… en resumen un trabajo de ingeniería de casi un año.
“El montaje que tenemos aquí es por sistema de rotación de aires. Creo que el único que existe ahora mismo igual está en Dubai, pero será el futuro de los demás. En la cámara, las partes están separadas para que se pueda apreciar toda la calidad del hielo cristal, y eso ha sido lo complejo”.

Complejidad que se ha visto incrementada en tanto en cuanto que el proyecto se ha desarrollado para ser lo más energéticamente viable, comenzando por la iluminación, compuesta, sobre todo, por bombillas de bajo consumo y leds. Después en cuanto a máquinas, que es dónde podría darse la mayor parte del gasto energético, al no tener más que conservar el hielo, el ahorro se produce gracias a los paneles aislantes utilizados por los responsables del local. “El consumo es mínimo, dice Martínez. Aquí tenemos menos gasto que la mayoría de los chalets de la sierra en invierno. Incluso en verano, cuando pongan el aire acondicionado. Esto se ha hecho mirando también un poco el entorno, la ecología… porque de ahí venimos nosotros. Nuestro negocio procede de la ecología. Nos dedicábamos a hacer carreras de aventura donde no se utilizaban medios mecánicos”.

La entrada a la sala de hielo se cobra a quince euros, con derecho a una consumición. “El hielo lo hemos traído desde Canadá. Antes de hacer el bar de hielo, montamos una fábrica para poder hacer figuras de hielo y poder arreglar los desperfectos de la sala… que se producen cuando uno tiene que traer tanta cantidad: hablamos de treinta toneladas de hielo cristal, la mayor calidad, transparente cien por cien. Es como un diamante. Como treinta toneladas de diamante. ¿Qué ocurre? Que o lo traes de los sitios donde se crea realmente, te tienes que ir al norte de Europa, o a Canadá… cada uno de donde le guste. Yo he preferido Canadá porque estuve estudiando allí (en EEUU) y me era más cómodo, por amistades, contactos, etc”.

Aún así, el transporte de ese hielo, al llegar desde tan lejos, no estuvo exento de problemas: en las aduanas, por ejemplo, “era tan novedoso lo que traíamos que teníamos que pagar el hielo como si fuesen muebles. Hemos tenido muchos problemas que en futuras ocasiones no tendremos porque hasta ahora nadie había importado treinta toneladas de hielo a España. Esto no había ocurrido nunca, me decía mi agente de aduana. Es la primera vez. Y es raro. Todo es raro”.

Pero, al final de lo que se trata es de que el usuario viva una experiencia. En medio de una cámara, es cierto, “pero rodeado de hielo cristal que es maravilloso, disfrutando de unas imágenes únicas y exclusivas grabadas por nosotros, y lo que queremos es se toque ese hielo y se sienta como si estuviera en el polo. De eso se trata. Vendemos una experiencia diferente. Ofrecemos una consumición porque no dejamos de ser españoles, y nos gusta la fiesta, pasarlo bien con los amigos, y que una copa sea una copa… tomarte la cerveza más fría de Madrid… eso son todo alicientes, más alicientes a lo que es el negocio principal ¿Y cuál es el negocio principal? Realmente el negocio principal es todo: desde hacer aquí una celebración de cumpleaños a hacer una presentación para una marca de relojes, o de aguas, o de fotografías, o venta de artículos… todo un poco”.

Fotografías de Rafael Ruíz Fuentes, facilitadas por Icebar Madrid

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