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Santiago y Mare Nostrum, dos vidas vinculadas al mar

Ambas ubicadas a la orilla del mar, son dos casas con larga experiencia culinaria que disfrutan de enorme éxito en temporada y fuera de ella, signo de la calidad que ofrecen, del buen producto que manejan y de un incuestionable saber hacer. Los turistas de verano conviven con una clientela fiel que no falta a lo largo del año, que les obliga a mantener siempre las puertas abiertas y quienes acreditan lo bien que aquí se come.

Restaurante Santiago responde al nombre de su creador, propietario y cocinero, al pie del cañón día a día. Santiago Domínguez, un hombre afectuoso y generoso donde los haya, es además un referente de nuestra cocina, que se instaló en Marbella hace más de medio siglo y ha convertido su casa en dirección de obligada visita para quien recorre tierras malagueñas

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pues constituye uno de los puntos culinarios más importantes de nuestra geografía. Y es que al ser este pueblo centro turístico de la Costa del Sol, Santiago es conocido en todo el mundo como uno de los mayores maestros de la gastronomía.

La historia de Santiago en el mundo de la hostelería arranca en Madrid, tras terminar el servicio militar. Luego se iría a Londres y a su regreso llega a Marbella en el 57 donde comienza con un chiringuito en la playa. Ocho años después comienza la historia del Restaurante Santiago en la calle Antonio Belón, trasladándolo a su actual emplazamiento, en el Paseo Marítimo, en el año 1973. A partir de entonces, gracias a su dedicación y entusiasmo, a los muchos viajes realizados y al conocimiento adquirido de otras tantas cocinas, su larga experiencia y buen hacer han hecho de Santiago un lugar de referencia dentro de la restauración. Un trabajo incansable, además, reconocido en forma de innumerables premios y condecoraciones tanto a su local como a su persona.

En su mesa se disfrutan los mejores pescados y mariscos del país, con una oferta más que seria en cuanto a cantidad (la calidad ya hemos dicho que es incuestionable), con la tradición como bandera aunque ciertos toques de innovación también se dejan ver. Pero aquí la pauta la marca la materia prima, que se presenta tal cual o sometida a la más sencilla elaboración. Luego hay embutidos, arroces, algún guisito y carnes variadas, entre otros platos. Su casa es un derroche en lo que a excelencia del producto se refiere, a disfrutar en barra, a la mesa o en su terraza a la orilla de la playa.

El caso de Mare Nostrum, ahora ya en la costa catalana, es el de una historia familiar, la que comienza en el año cincuenta de la mano de Joseph Martí, y que a día de hoy es una empresa gestionada por sus hijos, Leopoldo y Joseph, el primero encargado de los fogones y el segundo dirigiendo la sala.

Esta casa se encuentra en primera línea de playa en Sitges (con lo que la terraza está asegurada), en una finca protegida, y se cuenta también entre los referentes culinarios de la zona, pues son muchos los abiertos pero contados con los dedos los que de verdad merecen ser recomendados. Mare Nostrum es de los que vale la pena ir y repetir, sin duda una de las mejores cocinas de la localidad. Su discurso gastronómico está asentado en la tradición a partir de estupendo productos del mar, pues son los protagonistas de la casa, y si pueden ser de aguas cercanas mejor, declaran con rotundidad. De hecho, Joseph recuerda con nostalgia lo habitual que era en otras épocas bajarse a la playa, coger el pescado y prepararlo, “más fresco imposible, algo que a día de hoy es más complicado porque hay menos”. Cosas del cambio climático y de la impaciencia.

Pero también aquí la calidad y la buena elaboración están aseguradas. Especializados en arroces, pescados y mariscos, aunque estos en menor medida que Santiago, en la carta no faltan propuestas para los carnívoros y platos de temporada. No obstante, una buena elección pasa por probar la lubina a la sal, uno de sus platos estrella; el xató de Sitges, una ensalada típica de la localidad, pedir algunos de los arroces –todos hechos con arroz bomba ecológico– o decidirse por una mariscada para hacerse una idea del producto de una tacada. Los postres son todos caseros y llama la atención que los sacan completos a la mesa para que el comensal escoja, en directo, el que más le entre por los ojos, o ‘despierte’ sus pupilas gustativas. JMara Sánchez

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