Con este cambio, Muñoz-Calero ha querido volver a sus raíces, a los grandes platos clásicos de su etapa de formación en escuelas de cocina francesas y también a su primer restaurante en Cataluña, El Pati de Ventalló donde trabajaba con productos de cercanía. Un giro hacia lo purista que, además, se remata con una bodega repleta de referencias clásicas y que incluye un apartado de champagnes de pequeños productores.
Por su parte, la estética es muy masculina conseguida a base de sillones chester hechos a medida, un mueble bar iluminado para los licores, vidrios craquelados en las ventanas para asegurar la intimidad de los comensales, sillones con tapicerías de Gancedo y con ese look años 40 que transmiten las lámparas de latón diseñadas a medida y la preciosa barra de piedra ágata que preside la entrada.
Javier Molinero, tabernero (Belaúnde, 22) y amigo de Muñoz-Calero desde hace más de 10 años es quien acompaña la experiencia en la sala secundado por un equipo de camareros intachable y vestido en concordancia con la decoración.