A lo largo de innumerables viajes a Lisboa, Fernando Sanz y Tensi Sánchez fueron acariciando el sueño de abrir en su tierra un establecimiento con el sabor y el carácter de la típica tasca de pescadores portuguesa, un lugar donde disfrutar de un vinho verde, una selección de conservas o una copita de oporto, a precios populares.
Entrar en El Laterío, en el número 3 de la calle Aretxaga, es como darle un bocado a la capital portuguesa, pero sin salir de Bilbao. Ubicado en una antigua chatarrería, viene a enriquecer la oferta hostelera de uno de los enclaves más dinámicos de la capital vizcaína.
“Nos inspiramos en ‘Sol e Pesca’, una antigua tasca de pescadores en Cais do Sodré, donde sólo sirven latas de conservas portuguesas, para crear ‘El Laterío’”, explican Fernando y Tensi. Con retazos de ese local mítico y no pocos guiños a su ciudad natal, esta pareja de publicistas y agitadores de la vida social vizcaína han dado forma a un concepto de hostelería “sencillísimo” pero inédito en la escena bilbaína.
En el lugar que ocupaba la antigua chatarrería se ha acometido una reforma “sin pretensiones” que busca aprovechar al máximo el carácter de su entorno. Con un planteamiento sobrio y un presupuesto muy ajustado, el Estudio Lavela ha sacado el máximo partido a los 80 metros cuadrados del local.
Se decidió conservar la antigua pared de piedra y se ha optado por una decoración humilde que aprovecha los recursos existentes. Las antiguas puertas del chatarrero, irrecuperables para un negocio de hostelería que debe cumplir con una exigente normativa, se han convertido en una alacena donde se muestra la colorista variedad de latas de conservas, con un diseño gráfico impecable.
Uno de los guiños más evidentes a la villa de don Diego López de Haro es el suelo, decorado con su inconfundible e icónica baldosa, «que consigue acercar la calle al interior del local». La iluminación tenue de unas lámparas fabricadas con nasas de pescador contribuyen a crear ese ambiente canalla que caracteriza a esta zona de Bilbao La Vieja. Unos versos de Fernando Pessoa adornan el comedor, un par de remos rescatados del puerto decoran el pasillo y un rudimentario banco de madera completan la escasa decoración de un local donde “el paisaje lo pone la clientela”.
En este bar con vocación de tasca se puede disfrutar de hasta veinte referencias de conservas gourmet distintas desde 3 euros y medio. Caballa, sardinas, bacalao, pez espada, anguila o una rica variedad de patés componen una carta donde predominan los productos de la característica industria conservera portuguesa, pero donde también cabe el producto del Cantábrico, con mejillones, almejas, caviar de erizo, huevas de merluza de pincho, berberechos o zamburiñas. “Todos de la mejor calidad y fabricados por pequeñas conserveras familiares”.
Para acompañar, el auténtico vinho verde, la ginja, ese licor de cereza que tanto gusta a los portugueses, o una copita de un buen oporto. También algunos guiños a la coctelería con sabor local, como el ‘Txakoli Spritz’ y, por supuesto, buenas copas servidas con mimo por un precio imbatible de 6 euros. Abierto desde la hora del aperitivo hasta que cae la noche (lunes y martes por la mañana cerrado, resto días 13.00 – 23.00h).