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Grupo Nomo llega a Madrid con Nomo Braganza

restaurante nomo madrid

En pleno corazón del barrio de Salesas, el restaurante Nomo ha abierto sus puertas dispuesto a convertirse en una referencia nipona imprescindible de la capital. Así, el proyecto de vida que hace más de diez años emprendió Borja Molina-Martell junto a su hermano Juan, Ramón Jiménez y Naoyuki Haginoya, abre su sede en Madrid con una propuesta de cocina japonesa al servicio del producto local.

La temporada es uno de los ejes centrales de la cocina de Naoyuki Haginoya. Natural de la Prefectura de Ibaraki, al norte de Tokio, este chef sintió atracción por los fogones desde muy joven. Fue labrando una profunda formación que pasó por experiencias en barras de sushi, izakayas y yakinukus en Tokio y, ya en España, se encontró con un producto que le conquistó y que presenta en Nomo sin enmascarar.

Una carta con múltiples referencias

La variada y completa carta de Nomo refleja la maestría de su Chef Ejecutivo en las diferentes disciplinas de la cocina japonesa. Así, la experiencia puede comenzar con tapas japonesas como Sukiyaki Croquette (croqueta japonesa de rabo de toro rebozado), o Yaki Hotate no Foie (pincho de vieira a la plancha con foie del Empordà, espinacas y salsa teriyaki). En el apartado de entrantes, destacan platos como la sutil Okonomi Omelette (tortilla abierta con pulpo y salsa okonomiyaki) o Ebi Chilli (langostinos picantes sobre base de fideos kataifi crujientes y huevo frito).restaurante nomo madrid

Completan la carta elaboraciones como Salmonete no Tataki (tataki de salmonete con tirabeques al wok, salsa ponzu y hojas de wasabi) o el futomaki Spicy Tuna, además de diferentes propuestas de nigiris y rainbow rolls, y una amplísima gama de vinos. 

El espacio de Nomo está dividido en dos plantas. En el piso superior, una espectacular barra de mármol preside la sala y se encarga de dar la bienvenida con sus sushiman. Luego se encuentran las mesas dispuestas en formas orgánicas que envuelven el local y crean diferentes zonas y rincones. Bajando las escaleras, se accede a un espacio íntimo y sutilmente iluminado con mesas y un gran sofá que conviven con un pequeño reservado separado por cortinas donde acoger a grupos.

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