El producto interior bruto español ha crecido un 3,5% en 2005; los empresarios del sector hostelero trasmiten un clima de opinión mayoritariamente optimista; aunque algunos de ellos reconocen que el número de clientes desciende ligeramente, la mayoría asegura el ticket medio por visita está creciendo. Además, parece que el comportamiento de los consumidores en estas pasadas fiestas ha sido claramente activo, algo muy positivo para la economía nacional. La gente tiene dinero y se lo gasta, un acto que denota confianza ante la actual coyuntura.
Solamente dos datos amenazan con empañar este buen momento: una tasa de inflación del 3,8% -frente al 2,2% de los Doce que configuran la Zona Euro- y un déficit comercial que ronda los setenta mil millones de euros, y que con las subidas de precios autorizadas para este año en sectores como la energía y el trasporte, podría alcanzar a finales de 2006 los noventa mil millones, un 10% del PIB.
Los incrementos de estas tarifas afectan de lleno a los costes de la mayoría de las empresas españolas, incluidas las de hostelería. A esto se ha unido la entrada en vigor de la llamada Ley del Tabaco, que en un principio ha sembrado el desconcierto muchos empresarios y que finalmente parece que no tendrá grandes repercusiones.
Lo que no se ha incrementado con el cambio de año ha sido el impuesto sobre el alcohol. Lógico; hay que recordar que la última actualización fue el pasado verano. A cambio, las sensatas y loables campañas del Ministerio del Interior y demás administraciones para controlar la tasa de alcoholemia entre los conductores está llevando a un significativo descenso del consumo de vino y bebidas espirituosas en los restaurantes.
Las predicciones ya están hechas. El resultado, a la vuelta de la esquina. Esperemos que se cumplan los mejores pronósticos.
