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Boticas Indianas, ambiente acogedor basado en la madera

Tras romper completamente con los negocios que llevaba hasta el momento, en 1999 se toma un tiempo de descanso. Momento en el que conoce a Ángel Bautista, decorador zaragozano que monta las primeras boticas y que, a día de hoy, continúa con la decoración de los nuevos establecimientos, cinco en los últimos tres meses, y actualmente suman 23, pero que finalizarán el año superando los 26. Pero no todas las boticas pueden ser reconocidas por su nombre, ya que en una ciudad como Oviedo en la que Ramiro González tiene diez establecimientos, cambia el nombre de alguno de ellos para evitar la sensación de aglomeración, pues algunos locales se encuentran relativamente cerca. Lo que no cambia es la línea de negocio, cuya máxima es “abarcar el mayor horario y clientela posible”. De este modo, las Boticas Indianas comienzan a funcionar a las siete de la mañana y, dependiendo del local, cierran sus puertas entre las doce y las tres de la madrugada.

Público de todo tipo
Con estos horarios tan amplios, las boticas acogen público de todo tipo, siendo la tarde-noche el más concurrido, donde se juntan los últimos cafés, con las cervezas a la salida del trabajo y las primeras copas. La consumición media está en torno a los tres euros, lo que sería equivalente a un café y un pincho. El sistema de precios populares hace que las Boticas Indianas no noten la crisis, aunque esperan que pueda aparecer en cualquier momento.
El sistema de compras de la cadena es centralizado. Trabajan tanto con mayoristas como con distribuidores o las propias casas, siendo ellos mismos los que distribuyen la mercancía por los locales. Ramiro González explica que intentan hacer negociaciones con casas concretas, y a partir de ahí la distribución la gestionan a parte. La inversión en las Boticas Indianas es continua, pues los locales son renovados periódicamente procurando que las mejoras sean invisibles para los clientes, es decir, que en todo momento se respeta la imagen antigua de los mismos.
En el momento de la apertura de una Botica Indiana en una nueva población, Ramiro González no ve el resto de establecimientos como competidores, sino complementos. “No porque llegues a un sitio los demás dejan de funcionar”, explica, “yo llego a una zona y lo que automáticamente se hace es ampliar el movimiento del cliente, no competir”. En las boticas trabajan una media de tres personas por local superando con el personal de administración, distribuidores y encargados generales los setenta trabajadores.
Aunque en su día hizo una marca registrada, no se plantea abrir franquicias. De momento explora otras líneas como la de “El bar sin nombre”, local totalmente modernista que abrió recientemente en Noreña.

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