Quienes han hecho sus deberes, llámese ejercicios gimnásticos, trabajando su food cost, los platos de su carta, la motivación de su personal, sus medios promocionales y la mano alargada de los proveedores y distribuidores, poseen una cintura que les permite fintar al adversario, la crisis, cual Gasol de turno.
Y así vemos nuevos escenarios donde a conocidos chefs no les importa ofrecer idénticos servicios con parrillas de precios más bajos (dicen que está naciendo la bistronomía), y a las cadenas de casual y restauración rápida lanzar constantemente promociones que rayan el “más difícil todavía”.
Pero no es suficiente. Sin tamaño o dimensión no hay paraíso. Saturado el mercado interno que contemplan los principales conceptos de restauración, agotadas las posibilidades de crecer adquiriendo otras empresas que, con diferentes conceptos, permiten fidelizar la propia clientela y hacerse con otra nueva, hay grupos que se han estado musculando en el gimnasio para competir en el exterior.
Y así vemos que nuestras empresas se bañan ya hasta en el mar de la India o en las cálidas aguas del Pacífico. Ha llegado el momento de la internacionalización. Las optimistas noticias que aparecen en la prensa profesional internacional sobre la capacidad concurrencial de nuestras cadenas de restaurantes, mediáticos chefs aparte, nos hace vaticinar que en un par de años una docena de ellas competirán, con éxito, en al menos cuatro continentes.
Cintura y músculo .Músculo y cintura. Hay que pasar por el gimnasio. Para sortear la crisis. Para ganar más mercado.
