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Día y noche en el Barrio de Salamanca

Las líneas rectas, el gris como color predominante -merced a un tipo de material similar al granito llamada Piedra San Bernardo-, y un estilo funcional, moderno y aséptico definen el estilo Boggo.

Se trata de casi cuatrocientos metros cuadrados distribuidos en dos plantas por el arquitecto mallorquín Nacho Riutort. El restaurante propiamente dicho, una sala que puede albergar hasta setenta comensales, está ubicado en la de arriba. Y abajo, se encuentra el bar de copas – de noche ambientado con música house -; bar a secas durante el día. Con la barra situada a mano izquierda según se entra y unas mesitas bajas a la derecha, tiene un aforo de unas 120 personas de pie. Tampoco hay que olvidar una atractiva terraza, situada en la mismísima calle Velázquez y que se abre en cuanto el calorcito se hace notar en la capital.

Esta fórmula doble funciona muy bien desde su debut en septiembre del 2004, de acuerdo con Diego Gómez-Pineda, a quien acompaña en la gerencia su hermano Borja. De hecho, el nombre del local se debe a un juego de palabras que surge de ambos nombres. En el proyecto – explica – también hay implicados varios socios inversores. Borja ha estado durante años dedicado al sector mediático y a la salud, pero a Diego no le viene de nuevas el tema de la hostelería. Estudió dirección de hoteles en Suiza y reconoce que precisamente el tema hotelero es el que más le atrae. Sin embargo , volcó su espíritu emprendedor en Boggo por tratarse de una iniciativa más asequible. En su periplo profesional ha pasado por el Grupo Arturo, por el Hotel Hilton (Inglaterra), por el Sheraton (Emiratos Árabes) y el Metropol (Suiza).

La “cocina internacional con toques creativos”, tan del gusto de los asiduos a este tipo de establecimientos de corte moderno, es lo que oferta Boggo en el capítulo culinario. Diego Gómez-Pineda destaca entre los platos más exitosos de Alberto Azpillaga -el chef-, la “Terrina de foie”, las “Patatas templadas con salmón y mújol”, el “Steak tartar”, “Los medallones de rape con salsa boletus” y la “Bomba de chocolate”. La carta de vinos, complemento indispensable de estas recetas, está formada por casi setenta referencias.

Sin coche
De lunes a viernes a medio día, los empleados y directivos de las oficinas circundantes acuden a degustar el menú Boggo de diecinueve euros. Si se decantan por la carta, la cuenta puede ascender hasta los treinta y cinco euros, con un vino de tipo medio incluido.

El establecimiento cierra los sábados a medio día y los domingos durante toda la jornada. De jueves a sábado el horario se prolonga hasta las tres de la madrugada, en tanto que el resto de la semana el cierre llega a las dos.

La conveniencia es uno de los argumentos de peso para el público nocturno, de acuerdo con Gómez-Pineda: “Con el tema de los controles de alcoholemia la ventaja de este tipo de locales es la comodidad por el aparcamiento, porque no hay que coger el coche después de cenar…”.

A la vista del buen arranque que han tenido -Boggo crece a un ritmo del 5% anual- los hermanos Gómez-Pineda otean locales planteándose nuevas aperturas. Mientras tanto se ocupan del local y del catering Bluche, que comenzó a rodar hace un año por toda España y, aunque es un negocio “satélite” de Boggo, ya aumenta a mayor velocidad que éste. Se buscan sinergias entre ambos. Desde las cocinas del local se elabora la comida de Bluche, orientado a eventos empresariales. El mayor de ellos rondó las novecientas personas, narra Diego Gómez-Pineda (www.boggorestaurante.com). l

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