A) el Sr. Santi Santamaría, que sepamos, no es un experto en seguridad alimentaria ni en toxicidad, ni en aditivos alimentarios. Lo único que ha hecho es opinar, aprovechando su posición mediática, sobre una cuestión sobre la que carece de los necesarios conocimientos y competencia.
b) ¿Es peligroso para la salud el uso de los aditivos? La respuesta, como para cualquier otra sustancia o ingrediente alimentario, depende de la dosis en la que se consuman (recuerde aquí el lector que no existen sustancias tóxicas sino dosis tóxicas y que incluso el agua posee un nivel de ingestión por encima del cual es tóxica).
c) finalmente, procede afirmar que todos los aditivos alimentarios utilizados y consumidos dentro de las dosis establecidas por la legislación, son completamente seguros y no suponen ningún riesgo para la salud. Afirmar lo contrario supone discrepar de lo que afirma el estamento científico mundial y de lo que los oportunos legisladores, después de considerar todas las opiniones y aspectos que inciden en la cuestión y actuando con cautela y prudencia, han decidido que es bueno para la población.
Pero, en este debate, hay más aspectos a considerar. Los consumidores se mueven por las necesidades que dispone su cabeza. En algunos casos éstas son racionales y en otros casos poseen una componente más emocional. Hasta ahora, el mundo de la restauración, en todas sus acepciones, se ha movido en un entorno de cierta opacidad. Si compramos un alimento envasado, tenemos una estricta y rigurosa información sobre: los ingredientes, aditivos, aromas, ingredientes procedentes de organismos modificados genéticamente, ingredientes irradiados y de los alergenos que contiene. Toda esta información, no es exigible ni figura en las cartas o información anexa de la mayor parte de los establecimientos de restauración. Alguien, y precisamente alguien del sector, acaba de abrir la “caja de los truenos”. De aquí a tener que declarar todos estos elementos, y algunos más, solo hay un paso.
¡Gracias Santi Santamaría!
