Yves Furet recomendaba que para formar a otros: “…hable de cosas que conozca por experiencia o por estudio” y Dale Carneghi decía: “Los oradores que hablan de lo que la vida les ha aportado de experiencia siempre atraen la atención del público”.
En definitiva, se espera de los formadores lo que los clásicos nos enseñaron hace más de 2000 años: “Sé tu mismo”
A parte del SER, en la didáctica del proceso de formación tenemos que tener claros: Qué explicamos (que voy a decir), cómo lo explicamos (talante pedagógico) y las ganas (actitudes).
El diccionario nos indica que el aprendizaje es “el proceso de adquirir conocimientos, habilidades o capacidades por medio del estudio, la experiencia o la enseñanza”. Si bien es muy difícil describir con precisión el proceso de aprendizaje, los resultados del aprendizaje son claros: optimizar el rendimiento, nuevas habilidades, nuevos conocimientos, nuevas actitudes o modificación de las mismas.
Todo aprendizaje implica un cambio en los conocimientos, habilidades o experiencia de los alumnos, y quizá la misión fundamental del formador consista en demostrar que el cambio es posible. En la formación actual se advierte una tendencia a alejarse de los cursos centrados en el profesor para orientarse hacia los acontecimientos centrados en el alumno, porque resultan más efectivos. La formación y el aprendizaje son dos caras de la misma moneda. El formador crea un contexto en el que los individuos pueden aprender. Es un facilitador de cambios. Para que el alumno explore y descubra.
Ser formador no es un trabajo sencillo. La concentración, el estar siempre atento, el saber escuchar, el saber tratar a participantes, etc., son algunas de las habilidades necesarias para ser un buen formador.
El arte de enseñar, por tanto, ha cambiado: hemos pasado de valorar la clase magistral, su preparación y el análisis de la misma, a un tipo de enseñanza que da participación a las personas en el diagnóstico, la planificación, la dirección y la evaluación de su propio aprendizaje. El arte fundamental del maestro o de la persona que actúa como formando, es el arte de saber comprometer al participante.
Siguiendo a Michael Birkenbihl en su libro “Train the Trainer” señala que los profesores de adultos con éxito se caracterizan por un conjunto de variables que podemos agrupar de la siguiente forma: inteligencia, autoridad natural, talante pedagógico, sabiduría psicológica, conocimientos técnicos superiores, conocimiento de los métodos didácticos, entusiasmo, actitud positiva ante los participantes.
No obstante, no podemos dejar de señalar que para que cualquier experiencia de aprendizaje sea verdaderamente eficaz, deben coincidir varios factores. Esto se muestra en la siguiente ecuación para el aprendizaje óptimo:
Aprendizaje óptimo = Persona adecuada + Momento adecuado para el aprendizaje + Aplicación en la práctica + Orientación eficaz + Entrenamiento + Actitud
No debemos olvidar que el formador, es el primer audio-visual. No simplemente se le oye, también se le ve. En general, el contacto visual debe establecerse antes que el auditivo. Lo contrario es antinatural (Por ejemplo: dar la mano sin mirar a los ojos).
Learn by doing (aprender haciendo). Una didáctica en la que sólo el que enseña fuera activo y los que reciben la enseñanza pasivos, no podría ser eficaz. Por consiguiente, un método didáctico es tanto más eficaz cuanto más suscite la actividad, y cuanto más integrada este esta actividad en la formación misma.
Un factor de éxito fundamental en un curso es la elección del método didáctico adecuado para la transmisión del objetivo de formación que se desea alcanzar. Un formador debe reflexionar durante la preparación del curso acerca del método o métodos que empleará para lograr el objetivo de formación que se haya propuesto.
Podemos afirmar que la didáctica, el talante pedagógico y la actitud son valores de éxito en el proceso formativo, por todo esto, se necesita probablemente una mayor profesionalización del formador para poder aportar a los alumnos experiencias y orientar al cambio con pedagogía. J
