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Los restaurantes se visten de Navidad…

Originalidad, gusto y estilo, son las pautas a seguir a la hora de decorar una mesa de Navidad. Pero hay una norma fundamental, todo debe combinar: elementos decorativos, mantelería, vajilla, cristalería y cubertería, acorde con la línea argumental de cada local. En menor o mayor grado, las tendencias se imponen, y manda la mezcla.
Para crear una bonita mesa de Navidad y, así, la atmósfera adecuada, la clave está en que el resultado sea, aparte de bonito y acogedor, práctico y cómodo, pues excederse con la decoración puede resultar de mal gusto, además de un estorbo para el servicio o una barrera para la comunicación de los comensales. Siempre, y sobre todo en estas fechas, el cuidado de los detalles, más allá de los fogones, es imprescindible, y signo de distinción y sensibilidad, pues tan importante es deleitar por el paladar como por la vista, y esta ocasión lo merece.
Los expertos inciden en la influencia de la filosofía zen, a la que se están apuntando hasta locales, a priori, más barrocos, por recargados; pero también en el influjo de los países asiáticos, traducido en alegres coloridos y combinaciones. Preguntados por tendencias, el arquitecto e interiorista Ignacio García de Vinuesa nos cuenta que en combinar y mezclar está la moda, “platas y oros, una combinación que antes era impensable, junto a mates con brillos. Yo los uso mucho porque funciona muy bien. Y luego, entre los metalizados, un oro tirando a fucsia, o un plata azulado”. Una opinión casi similar a la de Pilar Vilasanjuan, del estudio Gaudir Decor, pues ella nos habla también de plata y oro junto al negro y rojo, “aunque este último está perdiendo mucho protagonismo”, asegura, a lo que añade las velas, muy muy habituales, o las hojas secas.
Alba Hurlé y Alicia Martín, de Cousi Interiorismo, estudio muy centrado en la restauración, nos dicen que este año se inspiran en la naturaleza. A partir de ahí, “la base común de los centros serán las flores, frutas, verduras, ramas, y hojas de roble y magnolio. Añadiremos a todo esto adornos en tonos dorados, como cintas y ramas. Luego, los jarrones han de ser grandes, de metal, piedra, cristal, con un acabado envejecido o de madera natural”.
Sin barreras
En general, cuanto menos, los restaurantes recurren a candelabros, velas o centros flores, obviamente sin perfume para no interferir en la comida ni en la bebida. Lo que sí hay que tener en cuenta es que, ya se trate de flores, candelabros, o jarrones, no pueden ser una barrera para los invitados, y colocarse espaciados pensando en dejar sitio para las bandejas, salseras y otros elementos que haya que ir colocando en la mesa.
García de Vinuesa tiene clara la norma estética básica y la funcionalidad: “que muchas veces se olvida, impidiendo la vista y la conversación, aparte de no dejar huecos para el resto del menaje. No porque sea bonita, la mesa es buena o cumple su finalidad, y esto es prioritario a la hora de decorarla. Por esta razón, hay que buscar líneas horizontales para no crear obstáculos”.
También se estilan detalles menos habituales, como las flores secas esparcidas por la mesa, ramas de árbol, troncos huecos y barnizados (muy típicos de estas fechas), pequeños centros de pétalos de flores, junto a arenas con velas, piedras… e incluso frutas. Sobre esto, Pilar Vilasanjuan, asegura que con estas connotaciones festivas “se transmite sensación de celebración, lo que anima al comensal a consumir más, o a cometer ciertos ‘excesos’ (llámese champagne o foie…) porque esa sensación de fiesta le lleva a querer celebrar y gasta”, explica.
Sobre la mantelería, se suele recurrir a tonos claros como el blanco roto, pasteles o el color marfil, aunque también los hay con detalles en dorado o plateado, teniendo en cuenta, siempre, el resto de elementos que van a conformar la mesa. Aquí entran las servilletas, vajillas, cristal, y menaje en general, si también va a estar presente.
En vajillas predomina la porcelana y la loza, que en muchos establecimientos es en blanco, aunque son también muchos los que optan por la combinación de colores, diseños y formas en función de la elaboración a degustar y, por supuesto, de la fecha.
De todos modos, como nos indica Pilar Vilasanjuan, aquí hay que hacer una distinción en lo relativo a las mesas de los hoteles, “pues algunos de sus restaurantes están asociados a cocinas de autor, por lo que tanto el mantel como la vajilla, aunque se trate de estas fechas, es fundamental que vayan en blanco para que lo que destaque sea lo que producen, el resultado final, el plato”. En estos casos, continúa, “tan sólo se aportan pequeños detalles como puede ser en un candelabro, o se combina el blanco con el dorado, o algunos toques azules”. Pero nos habla tan sólo de detalles en lo que afecta a la mesa, no así en lo que respecto a la ornamentación más genérica, donde, por ejemplo, “las lámparas se enriquecen con telas de malla en dorados, o los grandes jarrones toman los tonos y acogen las flores más propias de esta época”.
En este sentido, Vinuesa destaca el hecho de que la decoración entone con el espíritu del restaurante. Esto es, “los más temáticos, dependiendo si son más o menos coloniales, pueden optar más por manteles de rafia, no prácticos a diario pero sí para una fecha especial como ésta, y una base estupenda para ir colocando sobre él cosas de ese estilo. Si son locales de estilo minimalista, tienden a estéticas más limpias, más geométricas, y como colores el negro y blanco con plata, y en los más tradicionales y ‘elegantosos’ tienden a recursos más clásicos; de hecho, sé de lugares a los que el comensal se lleva su propia vajilla, cristalería, para sentirse como en casa, con familiaridad”. Lo curioso es que el oriental Café Saigón es uno de ellos.
Capa sobre capa
Lo que sí se hace ‘indispensable’, aseguran los entendidos, es recuperar el bajo plato, como toque festivo. Y en general, se lleva la superposición, nos dicen, de materiales y objetos. “No sólo un mantel, sino también salvamanteles de hilo o algodón salvaje y encima caminos de mesa, muy de moda, ya sean central o individuales”, dice el interiorista. Parece que la mesa tiende al barroquismo, abandona la sencillez del minimalismo y se tiende a las capas, “a mucho cacharro, sacarlo todo, exponerlo, y más en Navidad, ante tus invitados. En este sentido, la seda y el raso sobre hilo, algodón, e incluso linos se lleva mucho y funciona muy bien”, según García de Vinuesa.
Y superposición y combinación lo encontramos en Enrich (Plaza Estafeta, 2. La Moraleja, Madrid), donde María Vega, mujer de Víctor Enrich y alma mater del local, se ha entregado a la improvisación dando como resultado una mezcla decorativa donde toman protagonismo los morados, dorados y rosas. Reflejo de su creativa personalidad, e inspirada en los palacios italianos, en el estilo francés y en el Madrid castizo… sobre un mantel blanco, foulards en tonos rojos y morados haciendo las veces de caminos, en los que ha colocado bajo platos negros, platos dorados, de aire rococó, y platito con dibujos morados de caza. Junto a esto, cubertería también en dorado, con el toque moderno que aportan los vasos transparentes con una calavera dorada. Luego, dos copas de champagne, y candelabros en plata antigua con velas plateadas, lazos en tela multicolor, claveles y frutos secos esparcidos por la mesa. Para sentarse, ha optado por butacas de terciopelo morado con sillas tapizadas en beige y negro.
La tradición se reinventa y se crean ambientes eclécticos, nos dice Alba Hurlé, insistiendo también en que “las mezclas más extravagantes crean los ambientes más divertidos, y las mezclas más barrocas crean los ambientes más elegantes”.
Respecto a las copas, y como no es operativo inundar el espacio de cristal, se suma la de cava a las habituales de agua y vino (dos), y las de aperitivo y la sobremesa se añaden en el momento del servicio, una antes de empezar a comer, que se retira, y la otra en el momento del café. Los defensores del ‘estricto protocolo’ abogan por la misma cristalería, referido al diseño, talla, forma y color, en concreto, transparente, pero hay opiniones para todos los gustos pues también en este campo se ha producido un boom del diseño. E Ignacio García de Vinuesa lo defiende, pues él aboga por jugar con cristales diferentes, “por ejemplo, escoger el color para la de champagne y el resto en cristal transparente, o hacer cada plato con una copa distinta… que es lo que más se lleva, lo más fashion por el mundo”.
Por último, las cuberterías no suelen variar mucho con las del resto del año, aunque se vuelve, continúa el arquitecto e interiorista, a lo tradicional a partir de reproducciones, incrustaciones, por ejemplo de nácar, o a los cubiertos de plata. Éste es el caso, sobre todo, de algún hotel de máxima categoría, como es el Intercontinental de Madrid (Paseo de la Castellana, 49). Aquí, y a partir de una temática que reproduce el ambiente de los años 20, predominan el blanco y negro y las plumas, junto a centros de flores, jarrones con velas, arenas negras y perlas de cristal. Luego, sobre los manteles blancos de hilo, bajo platos de plata (real), y caminos de rejilla en plata que atravesarán las mesas. La cubertería y el servicio de café también son de plata.

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