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“Nunca me ha gustado que me digan lo que tengo que hacer”

Su espíritu ávido, inquieto y hacendoso le llevó a realizar uno de sus sueños, meta natural de cualquier profesional de la cocina que se precie, dejando atrás un estable puesto de chef ejecutivo en el prometodor Ca l’Estrany de Cabrils (Barcelona). “Nunca me ha gustado que me digan lo que tengo que hacer, y menos en la cocina”, reconoce el joven chef mientras explica los motivos que le condujeron a probar suerte en la ya abarrotada ciudad de Barcelona, en donde los restaurantes de nuevo corte brotan cual setas en otoño. Sin embargo, su aventura va por buen camino. “Lo más complicado de todo es poner en funcionamiento el restaurante, la decoración, el montaje de la cocina… y sobre todo, afrontar los primeros días, cuando todavía no se te conoce”, cuenta Dani Lechuga. Sin embargo, su carta de presentación va enganchando día a día a nuevos comensales que ven en este nuevo establecimiento todas las ventajas para salir satisfechos.
“La clave es querer hacerlo lo mejor posible. Nunca pongo un plato que yo no quisiera comerme; me gusta saber qué hago para cada cliente, platos sin complicaciones, pero con técnica, con gracia, para no dejar indiferente a nadie”, añade el chef. Y está claro que, pese a reconocer que no puede innovar en exceso, ya que su cliente no deja de ser de paladar “poco adiestrado”, no los deja impasibles. Su punto fuerte, las carnes, de más que primera calidad y a unos precios más que equilibrados (no en vano, su padre es importador de carnes). Su cocina depurada, nada enrevesada, pero sorprendente descubre ante el comensal combinaciones como la Fondeu de Langostinos con Romesco; los Huevos Fritos con foie-gras, crujiente de pan de ajo, aceite de oliva y emulsión de quicos; la Coca de foie de pato con verduras asadas y reducción de vino dulce; el Lomo de atún “sagnant” con brotes de soja germinada y crujiente de sésamo; o el Cochinillo de Hornuez cocinado al vapor a 100º C con nuestra manzana al horno y frescura de mango. Y podría seguir la lista con unos postres maestrales, aunque “insuficientes” para este exigente chef, que reconoce que “por falta de tiempo no puedo hacer todo lo que me gustaría para sorprender más aún al comensal”.

Pero en este comedor público de 24 plazas, todo el servicio se lleva al dedillo y sin carencias ante el cliente a pesar de que sólo sean cuatro, dos en sala y dos en cocina. Sin embargo, el ímpetu y las ganas del chef y el personal hace que todo sea un festival bien coordinado de aromas, texturas, sabores y buenos caldos de la tierra. “Pese a todo, se puede controlar, incluso, aunque no utilice en cocina la informática y haga los escandallos a mano, sé perfectamente qué nos cuesta cada plato. De hecho, nunca me ha gustado dar a mis superiores los escandallos, porque considero que es como una violación, ya que se desvelan los secretos más íntimos del chef”, cuenta Dani Lechuga, un chef que se autodefine como “trabajador, constante y demasiado humano”, cualidades sin duda que empujarán al éxito al chef. “Mi objetivo creía que era poner mi propio restaurante, pero me he dado cuenta de que siempre se tienen nuevas metas”, cuenta Dani Lechuga, un prometedor chef al que se le perciben rasgos de sus maestros de cocina, desde las maneras de Sergi Arola en La Broche, hasta lo que aprendió en el Mugaritz de Andoni Luis Adúriz, aunque a él siempre le gusta remarcar que su “Maestro” fue Óscar Mateo (La Bodegueta). l

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