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Un maldito embrollo

Por ejemplo, se la ha tachado de inductora de procesos inflacionistas, colchón de irracionales políticas de empleo e inmigración e incluso, más recientemente, como mediadora en contribuir a enfermedades sociales como las que genera el tabaco y el alcohol, por no hablar de la obesidad.

Todo ello, sin menoscabo de tener a sus operadores atemorizados por si terminarán con sus huesos en la cárcel, debido a viejas y nuevas incidencias higiénico-alimentarias, debido a ese laissez-faire que pregonan últimamente las administraciones públicas, sean supra, nacionales o autonómicas, en cuanto a que el autocontrol es la mágica medicina en materia de seguridad alimentaria. Algo que no concuerda mucho con las nuevas competencias que el MISACO ha otorgado, desde el 1 de Enero, a la flamante AESAN AESA), que podrá arbitrar medidas en materia de cesación de actividades y prácticas de las empresas, en el libre mercado en que nos movemos ,arguyendo la protección de los consumidores .

El penúltimo incidente (el ultimo viene con la Ley del Alcohol, donde aún no se ha calculado la pérdida de ingresos para la hostelería, que supondrá su aplicación, aunque los lobbies la afeiten antes de publicarse en el BOE ), relacionado con las hamburguesas, cuyo final aún no se vislumbra, convirtiendo a éstas en arma arrojadiza de lucha contra la obesidad, es un primer ejercicio de cómo van a tener que comportarse las instituciones empresariales vinculadas a la alimentación fuera del hogar versus, por ejemplo, al cuerpo de veladores públicos de nuestra salud y a la vez, ¡Oh casualidad!, administradores y gestores de una sanidad pública en bancarrota .

Buen ejercicio, repito, para haber descubierto cómo , la hostelería, en particular los restaurantes, carecen en pleno siglo XXI del mínimo respeto profesional, quizá y eso es aún peor, porque nadie la conoce. Comentario que recojo ,y con el que estoy de acuerdo, de las declaraciones a esta revista de Jose L. Fernandez Noriega, Director General de la FEHR en el número anterior.

Sí, se les ignora, pero sólo, cuando interesa. Los más de 300.000 operadores en España, a los que se les está señalando con el dedo como inductores de que se fume mucho, se beba más, se usen grasas que atentan contra la salud y que se les insta a ir a las ópticas a regularse la vista para leer etiquetas y códigos de barras, rellenar un sinfín de libretas con temperaturas y manejar el frío como arma letal contra algunos bichitos que amenazan con hacernos aburrir los buenos alimentos, son también grandes recaudadores de impuestos, empleadores sin planes de prejubilación para sus empleados y grandes financiadores de las seguridad social, sin contar la pléyade profesiones liberales que sostienen (fiscalistas, laboralistas, gestorías….).

Es preciso pues una urgente actuación en materia de informar a la sociedad española de que la hostelería es un sector tan importante como complejo en su formación empresarial y que muchas de las incidencias económico-sociales en las que se ve inmersa no se deben a su actuación, sino a una manipulación impropia de una economía libre de mercado y de una sociedad democrática y de la que apenas puede defenderse.

En Catalunya los comerciantes sostuvieron durante su largo mandato a los gobiernos del señor Pujol correspondiendo generosamente éstos a tal práctica. Ahora, de forma silenciosa los pequeños restauradores están tomando posiciones visto que los botiquers van camino de su extinción como lobby. Pero, ¿ y en el resto de España?. En Francia la hostelería sale a la calle ,cada dos por tres y mantiene frecuentes pulsos con los ministros de Villepin y con la eurocracia de Bruselas, en temas tales como los tipos de IVA, sin perder el aliento, pese a que algunos dossiers se los han tumbado en las más altas instancias jurídicas de su país. He tenido la oportunidad de conocer a Didier Chenet: hace diez años era un paladín de la restauración moderna y ni se fijaba en la política gubernamental gala. Hoy es un activo directivo de la patronal de la hostelería, partiéndose el pecho por el sector, sean bistros, brasseries o café-tabac y que atraviesa una crisis galopante.
¿Cuándo se va a responder ordenada y coherentemente a los frecuentes presiones que las instituciones públicas ejercen sobre los restaurantes sin tener en cuenta aquellas los perjuicios que les pueden causar. A ellos, a sus proveedores o a sus clientes? ¿Acaso no se recuerda el malhumor ciudadano cuando en la ultima huelga general cerraron los bares y cafés y a las 10 de la mañana nadie sabía donde ir ,deambulando por las calles como muertos vivientes? ¿Nos van a privar del segundo salón-comedor de nuestra casa?
Estamos ante un maldito embrollo. En 1959 Pietro Fermi firmó y filmó una película, donde a medida que se investigaba un crimen la madeja de los despropósitos se hacía mas grande. ¿Pasará lo mismo en la hostelería española? l

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