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Una gestión de película

Ratatouille, la última creación de Disney y los estudios Pixar, cuenta la historia de Remy, una rata con pasión por la comida que sueña con ser chef, a pesar de las obvias limitaciones que conlleva su condición animal. En Ratatouille, la pasión de Remy por la cocina pone patas arriba un restaurante parisino. La moraleja, que esa pasión, aderezada con un poco de amistad (recordemos que hablamos de Disney), y la importancia de ser uno mismo, sí que puede mover montañas, o –en este caso- peroles. Tanto así que, ni el mismo Ferrán Adrià pudo resistirse a esta aventura, prestándole su voz a uno de los personajes.

Es la lección que nos llega de la factoría Disney pero no es la única que vuiene del cine. Por ejemplo, en Sin Reservas (2007), Catherine Zeta-Jones es la encargada de hacer ver la relevancia de la precisión al frente de un selecto restaurante. En una época en la que el sector hostelero se profesionaliza a pasos agigantados; en la que los empresarios del mundo de la restauración reciben elaborados seminarios, cursos y masters en management, también es posible encontrar valiosas lecciones provenientes de ámbitos que tenemos mucho más cerca: el cine o la televisión. La ficción, en definitiva, nos proporciona a diario enseñanzas muy útiles. Preparen el vídeo o el DVD, disfruten y aprendan.

Por ejemplo, hace veinte años que Tom Cruise demostró en Cocktail (1988) que no debía menospreciarse la importancia de una sonrisa impecable o de la habilidad para hacer volar copas y botellas y conquistar con eso a un potencial consumidor. Cruise ponía de manifiesto que el talento de un buen barman, que no sólo mezcle licores, sino que además lo haga con determinado arte, convirtiéndose en la estrella del local, puede ser en una baza para el mismo. El valor de lo espectacular llevado al límite y de tematizar un establecimiento a fin de dotarlo de un plus de cara al usuario, puede encontrarse en El Bar Coyote (2000), donde el espectáculo por parte del personal –amén del atractivo físico de las chicas- garantizaba el regreso del cliente.

Sueños y realismo
En Big Night (1984), la lección es diferente: Primo y Secondo, los protagonistas de la trama, tienen que hacer frente al pago de la deuda que tienen con un banco o les embargarán el restaurante italiano que poseen. La solución, celebrar una gran cena a la que acuda un músico famoso que proporcione publicidad al restaurante y le haga salir de la quiebra. Un músico que nunca llega. Al final, el restaurante no logra salvarse, pero también de esto puede obtenerse una moraleja: no sólo es importante saber lo que se quiere, que lo es, sino tener los pies en el suelo: ser realistas a la hora de saber lo que se puede y no se puede hacer.

Sin embargo, en American Cuisine (1998), por el contrario, lo que cobra importancia es la relevancia que adquieren los sueños en la vida del protagonista; la fuerza de las metas a las que se aspira, pese a todo, o a pesar de lo descabelladas que puedan parecer a los demás. En esta película, el atrevido Loren Collins soñaba con compartir fogones con el afamado chef francés Louis Boyer, pero Collins no sólo no poseía la preparación necesaria, sino que, además, trabajaba para el ejército de los EEUU y, tercero, provenía del negocio de las pizzas y era ciudadano americano. Aún así, Loren decide llevar a cabo su sueño, y parte hacia Francia, sin dinero, dispuesto a hacerlo realidad. Sea cual sea el resultado, es importante imponerse unas metas y hacer todo lo humanamente posible para alcanzarlas.

Lo que no debe hacerse
Pero, si la restauración comercial puede obtener muchas lecciones del mundo del cine, éste también se ha encargado, en numerosas ocasiones, de mostrar su lado más negro o poner de manifiesto todas aquellas prácticas que nunca han de llevarse acabo. Hablamos de filmes tales como Fast Food Nation (2006), que se constituyó en una feroz crítica a los restaurantes de comida rápida y la precariedad que rodea a muchos de sus empleados, simplemente por el hecho de serlo. O, por ejemplo, es el caso de los protagonistas de la desmadrada Clerks 2 (2006), que en su segunda parte se ven obligados a buscar un nuevo empleo dentro de la restauración de servicio rápido. Estos dos, Randal y Dante, son un ejemplo de clara vulgaridad y desprecio por cada uno de los clientes que atraviesan las puertas de su local. En otro orden de cosas, en Cassandra’s Dream, Ewan McGregor personificaba la falta de vocación a la hora de hacerse cargo del negocio familiar. En definitiva, un ejemplo de todo lo que no debe hacerse.l
Ana I. García

Las bazas de los hosteleros de ficción
Sam Malone (Cheers) Liderazgo

Toda organización necesita un líder carismático. Sam Malone (Ted Danson), dirigía a un equipo tan variopinto como la torpe pija reconvertida en camarera Diana (Shelley Long); el inocente Woody (interpretado por un jovencísimo Woody Harrelson), o la agresiva y contestataria Carla Tortelli (Rhea Perlman). El bar funcionaba, pese a todos ellos, y el secreto estaba en que el jefe los conocía y sabía como manejarlos obteniendo lo mejor de su peculiar personal. Después, a pesar de que el local cambiase de propietario y fuese adquirido por Rebecca Howe (Kristie Alley), Sam continuó al frente del mismo, porque era un elemento indispensable para su buen funcionamiento.

Rick Blaine (Casablanca) Elegancia
Antes de García de Vinuesa, antes de Tomás Alía, antes de que los locales apostaran por el diseño como factor a tener en cuenta a la hora de garantizar el éxito, existió Rick Blaine. Concretamente en 1942 fue cuando Humphrey Bogart interpretó al personaje que le garantizó la fama para siempre. Rick, el protagonista de Casablanca era el propietario de Rick’s: un local de alta gama en el que predominaba la música en vivo (“Tócala otra vez, Sam”), los cócteles y el buen gusto, que comenzaba en el traje de su dueño y se transmitía a todo lo demás. De Rick’s podemos aprender que el ambiente es importante. Según las teorías actuales, quizá tanto como lo que se sirva en el local.

Moe Szyslak (Los Simpson) Cercanía
Moe conoce a sus clientes, es su amigo, es cercano. Es profesional, pero a la vez familiar: el dueño del bar que todos tenemos al lado y al que, aunque no sea el más refinado, el más limpio, o el de moda, siempre volvemos. ¿Por qué? Porque nos sentimos cómodos. En ocasiones eso tiene más valor que cualquier otra cualidad que podamos aportar.

Diego y Santiago Serrano (Los Serrano)
En la vida y en el trabajo, Diego y Santiago Serrano (Antonio Resines y Jesús Bonilla), son un equipo. Los hermanos regentan la taberna legada por su padre, y trabajan en ella como si fuesen un solo organismo. En cualquier local que se precie, el personal ha de estar compenetrado y unido. No valen individualismos a no ser que las características del establecimiento –Cocktail, El Bar Coyote…- exijan tener una estrella.

Casey Ryback (Alerta Máxima) Versatilidad
Es un ejemplo llevado al extremo porque tampoco se trata de liarse a golpes –como hacía el bueno de Ryback (Steven Seagal)- en la saga de Alerta Máxima, en la que, además de cocinero, era un experto en artes marciales. Pero, lo que sí se puede aprender de él, es que nunca está de más ser adaptable y versátil, sobre todo en situaciones de crisis, en las que es conveniente saber un poco de todo para adaptarse y sobrevivir.

Lynnette y Tom Scavo (Mujeres desesperadas) Ilusión y ganas
De la serie de televisión Mujeres Desesperadas nos llegan los personajes del matrimonio Scavo: Tom y Lynnette (Doug Savant y Felicity Huffman). Los dos provenientes del mundo de la publicidad acometen la aventura de inaugurar un restaurante –una pizzería- a pesar de la falta de experiencia hostelera de ambos. Siempre hay un momento en la vida en que hay que empezar de cero; un primer currículum en el que la experiencia profesional está en blanco. En ese caso, lo único que puede hacernos llegar más o menos lejos son las ganas que le pongamos al asunto. A fin de cuentas, a nadie le ha venido mal nunca tener una meta o, como en el caso de los Scavo, un sueño que cumplir.

Piper Halliwell (Embrujadas) Organización
Nada mejor que ser bruja y tener que salvar el mundo todos los días, al tiempo que regentar un restaurante, para valorar en su justa medida el ser una persona organizada. Distribución de las tareas, responsabilidades definidas, delegar cuando sea necesario, son habilidades que todo empresario –y también, por supuesto, el hostelero- debe dominar, para garantizar la buena marcha de su local. l A.I.G.

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