La economía del chiringuito (Sitges reivindica desde 1914 su nacimiento) comienza a competir con importantes negocios en torno a los beach clubs, que incluso son capaces de franquiciar y licenciar el concepto, dando paso a cambios en la demanda de servicios que van de pasar de un espeto de sardinas al wok, de la sangría al champán y de alquilar una caseta a pagar doscientos euros por la selectiva entrada a un resort del tipo citado con derecho a spa.
¿Conoce alguien la facturación de estos locales? ¿Y de las casas matrices? Porque en Baleares (véase el ibicenco Café del Mar, que ya se franquicia), en Canarias (chapeau a la oferta del Abama), en la Costa del Sol (con cadenas internacionales como Ocean, Nikkiclub o Purobeach) o en Cataluña (desde el romántico ampurdanés Garbet hasta el más canalla Baja Beach, pasando por el flamante Lumine de Port Aventura) corre la comida y la bebida como nunca.
El chiringuito, nuestro más genuino concepto de beach club, pasa pues a competir con formas más modernas de ofrecer servicios de restauración en la playa. Del Borriquito como tú pasamos al chill out; de las sillas de madera a los sofás y cojines; del tinto de verano al mojito; de la nevera con hielo al cubito de agua marquista. En fin, la sombra del foodservice es alargada y llega hasta la orilla de la playa. !Qué hasta la orilla! A bordo de los lujosos yates donde las fiestas que se dan son un dechado de ostras y cava, de blinis y caviar….
Al fin, el turismo nos ofrece la posibilidad de consumir algo más que sol y playa: Alimentos y bebidas, confort y bienestar, entre baño y baño. Estamos pues ante un nuevo yacimiento de demanda de foodservice que seguro que posee sus distribuidores especializados y profesionales de la restauración que merecen nuestra atención. Vean si no en este número una primera información sobre chiringuitos y beach clubs.