Una acción de mecenazgo que tiene el claro objetivo de promover la gastronomía y la hostelería como parte esencial del desarrollo cultural, tanto de la comunidad de Castilla y León y de toda España, como su proyección internacional. Es la hostelería comprendida en su forma más global, como motor económico de corte horizontal, que afecta de forma indirecta a numerosos sectores y que genera enormes beneficios sociales.
Este año he tenido el honor formar parte del jurado para el Premio a la Mejor Labor Social que otorga la Fundación Cándido, Mesonero Mayor de Castilla. Por supuesto, antes de nada, quiero dar las gracias a los miembros del patronato de la Fundación por la deferencia de haber tenido en cuenta a nuestra revista a la hora de configurar los jurados.
Pero, además, y más importante, quiero agradecer a la Familia Cándido la oportunidad que nos ha brindado para conocer de primera mano la magnífica labor de esta Fundación en su apuesta por la innovación y el desarrollo de la hostelería en su más amplio concepto. No podía ser de otra manera; les va en los genes.
Cándido –el protagonista de la Fundación, padre de Alberto y abuelo de Cándido- fue un pionero. Él no inventó el cochinillo, ni mucho menos. Tuvo mucho más mérito. Comprometido con la calidad, pronto comprendió que el cliente quería valor añadido cuando iba a comer a su casa e ideó toda una filosofía en torno a un producto.
Con esa filosofía logró convertir en universal un producto local, y de paso internacionalizó mundialmente su figura de mesonero. Algo que ha pervivido hasta nuestros días y que le ha convertido en referencia para muchos restauradores que triunfan hoy día.
Toda una lección.