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La mala comunicación se paga

(Asamblea de la UMIH) y París (Asamblea del Synhorcat) y recordarme la letra de aquella canción de la Trinca, llamada “El Baron de Bidet”, donde una de sus repetidas frases decía “Qu´est  ce que c´est merdé”.
Pues sucedía, de momento, que en París, su presidente, Didier Chenet, era reelegido tras su derrocamiento, por no poseer en la actualidad negocios en la restauración; y en Nantes, una gran mayoría (66%) de los directivos asambleístas, pedían el cese de la presidenta, Christine Pujol, por una mala gestión de la comunicación del cambio, como consecuencia de los compromisos adquiridos por la hostelería, debido al acuerdo con el Gobierno de reducir el tipo de IVA del 19,6% al 5,5%.
La prensa profesional y económica francesa cubrió ampliamente los sucesos de Nantes, donde Pujol no sólo era contestada por los restauradores que la habían elegido meses antes, sino que veía cómo aquellos subían al estrado, donde estaba pretendiendo defender su labor presidencialista, manteniéndose a su alrededor, cuales muertos vivientes del film de G. R. Romero. Eran los que clamaban por su relevo a favor de André Daguín, anterior presidente de la UMIH y uno de los artífices del logro de la reducción del IVA, pero que se quedarían con la miel en los labios, al revocar tal acuerdo la junta de Pujol, gracias a un defecto de forma. En la actualidad, ambos discuten por hacerse con la poltrona.

Los hosteleros franceses en entredicho
En resumen, estos directivos de la hostelería están dejando a la profesión  bastante mal ante la sociedad gala. Pero es que tampoco los hosteleros les han ayudado mucho. Si recuerdan, Sarkozy logró de la hoy UE27, franquicia para bajar el tipo del IVA a cambio de un contrato social con importantes compromisos.
En menos de doscientos días, ni la Administración Sarkozy, ni la sociedad francesa ha visto síntomas de respuesta. Según la consumerista CLCV, sólo uno de cada cinco restaurantes ha asumido el compromiso de bajar los precios, el empleo no ha crecido -si bien tampoco ha bajado-, los salarios acaban de subir, hace pocos días, para los restaurantes y con un techo de 400 euros al año para los empleados que llevan trabajando tres (acuerdo no suscrito por parte de los sindicatos) y de las 1.500 empresas que se esperaba que, cada año, realizaran nuevas inversiones, pocas las han acometido pese a que el OSEO (una especie de ICO hostelero) había facilitado financiación barata y puesto firme a la banca privada, para que hiciera lo mismo.
Por eso, ante la falta de una eficaz comunicación corporativa, la sociedad civil se llegó a crispar tanto, que un grupo de senadores firmó una petición de propuesta para restablecer el IVA al 19,6% de nuevo. Afortunadamente, el lobby de la presidenta Pujol paró la iniciativa y además Sarkozy salió a la arena para manifestar que “el hostelero trabaja muy duro y nunca se queja”, frenándose tal medida.
Pero el mal ya estaba hecho y los hosteleros franceses en entredicho. O anuncias en las lunas de los locales que has bajado los precios o ¿dónde ha ido parar el diferencial de tipos?. Claro, el comensal no se entera de si se ha gastado en emplear a más trabajadores, en modernizar las cocinas o simplemente en enjugar pérdidas de un verano insufrible. Además en la profesión se conoce que bajar los precios es jugar con fuego y las pyme -mayoría de empresas también en Francia- no han tenido tiempo aún de reaccionar. Como ha dicho Didier Chenet, los resultados han de verse a medio o largo plazo.
Cuando se lean estas líneas el INSEE ya habrá anunciado el IPC hostelero del año y podrá verse si en el segundo semestre los movimientos de precios a la baja han influido en el índice general.
Mientras tanto, y si han llegado hasta aquí, sólo me resta resumir y recordarles que la permanente, transparente y buena comunicación en el seno de la profesión, es tan importante como la Q de calidad o tener un chef galardonado. Miren si no como Adriá y su cohorte de chefs mediáticos se han echado encima a la ciudadanía en España, o como sesudas patronales hosteleras, en el reino de la gastronomía, caminan como pollos sin cabeza; nunca mejor dicho. l

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