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Nuevos tiempos para el consumo del Champagne

Todos los indicadores del mercado de los vinos coinciden en señalar que cada vez es mayor el aprecio que los consumidores españoles sentimos por el Champagne, y lo que es mejor, ello no supone menoscabo alguno para el Cava, el espumoso que se elabora en nuestro país, fundamentalmente en Cataluña, a partir de las variedades Macabeo, Xarel.lo y Parellada.

Tratándose en ambos casos de vinos espumosos de calidad, su coexistencia en nuestro mercado proviene sin duda de sus identidades diferenciadas y la perfección alcanzada en ambos casos en el trabajo con su método de elaboración compartido -el llamado tradicional o champenoise- que presenta en uno y en otro, sin embargo, resultados tan diversos. Se da de hecho la curiosa circunstancia de que es Cataluña, la región vinícola española más identificada con el Cava, donde se registra también un consumo más elevado de Champagne.

La razón para ello, creo, está asociada fundamentalmente a las costumbres. El vino espumoso de calidad es parte de la imaginería social catalana como lo es el fino de la jerezana o lo son los vinos de cosechero de los alaveses. Esto hace que sea en Cataluña donde mejor identificados se encuentran los momentos y situaciones de consumo del vino espumoso, y lo que favorece que se pueda hablar, en cierto sentido, de una cultura de consumo más abierta, en la que el Champagne encuentra su hueco sin dificultad, tanto por tratarse de una opción diferente respecto a la norma, el propio Cava, como por su calidad contrastada.

Todo ello es bueno. Y mejor todavía me parece constatar en las cifras que ofrece el propio Centro de Información del Champagne en España (su consumo se ha multiplicado por dos en siete años) que tales costumbres se están extrapolando al resto del país y se abre con ello, si cabe un poco más, la ventana a través de la cual le damos acceso en nuestros gustos gastronómicos a los vinos de mejor calidad. El Champagne, más allá del halo de prestigio que lo acompaña, ha encontrado un lugar privilegiado en la gastronomía gracias a la variedad de opciones que presentan las múltiples combinaciones posibles de las tres variedades viníferas implicadas en su elaboración (Pinot noir, Pinot meunier y Chardonnay). Tanto aquellos cuya elaboración cuenta con todas ellas como los blanc de blancs, más frescos; los rosé, más frutales, o los blanc de noir, menos frecuentes, pueden trasladar a nuestra mesa grandes sensaciones de placer.

Se aproximan fechas en las que el calor nos sugerirá, quizá incluso de forma inconsciente, que elijamos vinos frescos y agradables, vinos que posean la fuerza suficiente para acompañar cualquiera de nuestras comidas sin apabullarnos, pero que no supongan una concesión en nuestra exigencia de calidad, de matices, de riqueza aromática en el vino. Llega con el verano –y no sólo con las fiestas navideñas, olvidemos ya esos tópicos tan rancios- la oportunidad de disfrutar más y mejor de los espumosos en general y del Champagne en particular. Reservémosle un lugar en nuestra mesa al que es para muchos el rey de los vinos.

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